jueves, 29 de diciembre de 2011

La cena



Aquella tarde cuando entré en casa mi olfato me dijo, "Nicolás ya es Navidad", los aromas se entremezclaban en mi mente, pollo, roscos de anís y el caldo para la sopa de tomate, una comida muy especial para una noche muy especial, durante un pequeño instante me detuve en la entrada de casa, quería disfrutar hasta el ultimo aroma, mientras me extasiaba, una melodía de Antonio Machín, que provenía de la vieja radio, daba paso al consultorio de Elena Francis, la devoción de mamá.

Mi madre no notó mi presencia, sentada en la penumbra de la cocina escuchaba atentamente el casi susurro de la radio, sacó un pañuelo del delantal y se enjugo las  lagrimas, se levantó dirigiéndose a la pequeña cocina de carbón donde burbujeaba la sopa, levanto la vista y al verme sonrió.

- Hola, ya estas por aquí, ven,  ayúdame a poner la mesa tu padre vendrá dentro de un momento, espero que llegue antes que tus tíos y tu hermano con la loba de su mujer.

A mi madre nunca le gustó demasiado su nuera Armonía, demasiado moderna y un poco vaga, se la llevaban los demonios cuando veía a  mi hermano Bernardo con la camisa arrugada  y alguna mancha en el pantalón, pero claro nunca quiso entrometerse, tenia la esperanza de que el tiempo la  hiciese  cambiar, pero sobre todo le molestaba la forma en que mi cuñada se dirigía a mi hermano dejándolo en ridículo a las primeras de cambio y aunque Bernardo no le daba importancia mi madre no lo soportaba.

-          ¿ Mamá los tíos vienen al final a cenar.?

-          En principio si, tu tía Juana esta bastante recuperada de la operación  y el tío Floreal me dijo esta mañana que contásemos con ellos, de ninguna de las maneras está dispuesto a prescindir del pollo en pepitoria, que prácticamente solo  lo comía de año en año de hecho me ha pedido que  hiciese una poca de mazamorra para acompañar.

Mi tío Floreal era hermano de mi madre, a mi siempre me gustó su forma de ser, era divertido además de ser cariñoso con todos, especialmente conmigo, a mis catorce años era el único de la familia que me hablaba de chicas y que se interesaba por mis cuestiones amorosas, llevaba muchos años trabajando en Suiza, emigró cuando se casó y venia cada seis meses durante un par de semanas, ahora tenia un permiso especial por la operación del pequeño quiste que le había salido en un pecho de tía Juana.

Hasta donde mi recuerdos alcanzan, siempre he recordado a mi tía Juana como alguien de la familia incluso antes de casarse, siempre por casa de día y muchas veces de noche, ayudando a mama, cuidando de mi o simplemente por no estar sola en su casa, sobre todo en los largos días de soledad y las largas ausencia de mi tío, tía Juana era  de semblante serio y de aspecto frío, pero nada mas lejos de la realidad.

-          Es extraño que tu hermano no haya venido, me dijo que como muy tarde estarían por aquí a las ocho y pasa media hora, espero que no pongan una excusa como el pasado año y al menos vengan un rato.

La radio continuaba alternando música de villancicos y  largos diálogos, súbitamente sonó el aldabón de la puerta, velozmente me dirigí hacia la entrada , abrí la puerta,  mire a un lado y otro, para mi sorpresa, no había nadie, me pareció extraño, cerré  encaminándome de nuevo  hacia la cocina, antes de entrar en la misma, de nuevo el llamador de la puerta, sonó con dos golpes secos. Me paré  y con cierta precaución abrí la puerta de nuevo, un pequeño escalofrío recorría mi cuerpo, en la puerta no había nadie, con cierto miedo  por lo extraño de la situación me asome a ambos lados  pero tampoco había nadie, de un portazo cerré y sin saber porqué corrí hacia la cocina, mi madre debió de ver mi extrañeza y miedo en los ojos y dirigiéndose a mi con una sonrisa de diversión me dijo.

-          ¿ Nicolás, que te pasa, quien ha llamado a la puerta.?
-          Mamá dos veces he abierto y no hay nadie, yo no abro más.
-          Anda Nicolás abre la puerta que es tu tío que es un bromista y está riéndose de ti. Mira el aldabón y comprenderás lo que te digo.

Me dirigí de nuevo a la salida y cuando estaba con la mano en el cerrojo para abrir, de nuevo dos golpes secos,  que hicieron dudar de mi valentía, sobreponiéndome y con mucho miedo abrí la puerta,… nadie.. Miré como mi madre dijo al aldabón, una enorme mano de metal con una bola, pero…, que… para mi sorpresa un fino hilo estaba atado a la mano de metal, cuando fui a coger el hilo, este se tensó y de nuevo un golpe de aldaba,  entonces lo comprendí todo, tome el hilo y me encaminé hacia la otra punta, es ese instante escuche una enorme risotada que salía de la esquina de casa.

-          Sobrino, te has acojonado, no lo niegues, hacia años que no me divertía tanto, dame un abrazo “Gorrión”.

Era el único en el pueblo que me llamaba gorrión, y por supuesto el que me daba aquellos efusivos abrazos, cada vez que me tenía a su alcance, no tenía ninguna duda, me quiso con locura desde muy pequeño, a veces pienso que quizás el no haber tenido hijos hizo que tuviese mucha pasión por mi. Venia acompañado por mi tía Juana a la que de inmediato y cuando me pude librar del abrazo de oso, besé en ambas mejillas.

-          ¿ Que tal estas, tía.?
-          Bueno, poco a poco mejora, espero que el bruto de tu tío no te haya asustado, siempre esta igual, nunca dejará de ser un chiquillo.

Ya en la cocina, mi tío abrazó a mi madre cogiéndola en volandas, mi madre fingía que le asustaba pero la verdad es que le encantaba como su hermano la trataba.

-          ¿ Oye, Carmencita, todavía escuchas a Elena Francis ?, anda pon otra cosa que a esa la paga el régimen, no hay villancicos flamencos, vamos sobrino dale una vuelta al botón a ver  si coges al menos  radio Peninsular, así nos enteramos de lo que pasa en España, porque desde que estoy aquí no me entero de nada.

-          No le digas eso al chico, le recriminaba mi madre, no le metas ideas en la cabeza.  Ya sabes que a tu hermano no le gustan las cuestiones políticas que aquí te encierran por nada.

-          Por cierto, soltó mi tío, me he encontrado esta tarde a Bernardo en el bar de la Plaza, me ha dicho que está noche no vendrían, que Armonía está en cama con dolor de cabeza, que te lo dijera, sabes que le dije, que no es que tuviera dolor de cabeza, es que ella es un dolor de cabeza.

A mi madre se la veía contrariada,  pero a la vez tenía una expresión entre irónica y poco sorprendida.

- Bueno, donde tiene mí cuñado el vino bueno, por cierto por donde anda, lo vi  esta tarde  por la Plaza de la Falange con el Gervasio el de la farmacia, iban tan entretenidos discutiendo que ni me vio.

Fue como una mirada fugaz la que intercambiaron mi madre y mi tía Juana, los años habían hecho de  la complicidad  entre ambas un universo sincronizado, mi madre sacó una botella sin etiqueta de la despensa y tres vasos, cuando había llenado dos mi tía le dijo que ella tomaría agua.

-          Sobrino, vayámonos al salón a ver como cuidas la chimenea, que esta noche hará mucho frío mientras te cuento como es Suiza y sobre todo como son las mujeres suizas, añadiendo socarrón, que aunque para mi solo existe mi Juana, lo digo porque igual algún día emigras conmigo, como aquí el trabajo está bastante negro.

-          Floreal, como eres, replicó Juana

Mientras abandonábamos entre risas la cocina, pude ver como mi madre y mi tía hablaba casi en susurros, solo pude entender de forma entrecortada.

-          Por Dios,... Gervasio, otra vez……….

Aún recordaba que hacia un año aproximadamente en casa se hablo mucho de Gervasio, mi padre, mi madre, mi tía, yo  nunca entendí muy bien lo que pasaba, solo escuche frases sueltas y siempre me mandaban que fuese a mi cuarto.

-          Viejo verde, …….. canalla....

Mi padre, se retrasaba, ya estábamos los cuatro en la mesa, mi tío ya se había tomado tres copas de vino, su locuacidad aumentaba por momentos, hablaba de las nevadas montañas suizas, de los paisajes nevados y de los verdes prados a la llegada del estío, siempre nos traía unas tabletas de chocolate nos  decía que era el mejor del mundo y la verdad es que era extraordinario aunque no teníamos mucho donde comparar.

La mesa estaba puesta, sencilla, pero vestida de navidad, mi tío atizaba el fuego mientras  mi madre y  tía  Juana hablaban en voz baja, preocupadas de no levantar la voz demasiado, mi madre miraba de reojo el reloj que sonaba monótono, le intranquilizaba la tardanza de mi padre, en la noche de nochebuena todos nos reuníamos en torno a la mesa y por primera vez ni mi hermano ni mi padre estaban en casa, disimuladamente mi madre  cruzaba miradas y gestos mudos con mi tía, incluso  a mi tío   se le notaba algo tenso era un bromista pero también era una persona que a las primeras de cambio se venia abajo, según mi tía era bueno pero "poca cosa".


El seco golpe del aldabón nos sobresaltó, pero a la vez nos extrañó, mi padre siempre llevaba llave, me levanté y abrí la puerta, mi sorpresa fue mayúscula, frente a la puerta mi hermano Bernardo con el rostro lívido me miró, saludó entre dientes de forma casi inaudible y entró en casa como alma que lleva el diablo,  a partir de ese momento los acontecimientos se sucedieron velozmente.


- Mamá,.... papa... está detenido ....... Gervasio ..... muerto ... Mama........, balbuceo mi hermano o al menos eso fue lo único que pude entender de su balbuceo.


Mi tío agachó la cabeza, no decía nada, mi madre se sentó un instante con los ojos rojos por las incipientes lagrimas,que ya durante muchos años fueron  sus  asiduas compañeras, mi extrañeza era proporcional a mi desconcierto, no entendía nada, mientras tanto en la radio se escuchaba ..


- Mi amable amiguita Linda Flor, como contestación a tu triste carta...............

Pasados los años pude entender que mi padre fue a la cárcel, de donde nunca saldría con vida, por una cuestión de honor, un honor llevado a los extremos que la educación  y moral machista de la época habían impuesto, y sobre todo por un episodio de ira incontenible de un momento de su vida, que por azarosas coincidencias coexistió con la Navidad.


Mi madre, mi madre lloró por la ausencia , lloró  por la muerte, lloró por la vida, siempre acompañada por su vieja radio y una vieja melodía.......


Espérame corazón,
si es que te vas primero,
espérame que pronto yo me iré,
allí donde tú estés.......

martes, 6 de diciembre de 2011

El coloquio de las moscas


Fue durante la siesta, la eterna siesta de nuestro  sur que con las calores de agosto hace las tardes interminables. En una de esas largas y monótonas tardes dos moscas, Zaul y Calra, que así se dieron en llamar, conversaban distendidamente sobre la vieja y deslucida  cortina que desde el bar mostraba sus rayas hacia la solitaria plaza .

- No veo la necesidad de cambiarnos de casa, aquí tenemos cuanto necesitamos, cambiar solo por cambiar no nos puede traer nada bueno, ya sabes como esta el mundo, le decía Zaul a su compañera .

- Pero yo quiero ver el mundo, estoy harta de vasos y platos y estoy harta de viejos que juegan cada día a las cartas, necesito aires nuevos que me den algo de vida, no lo aguanto . Esta situación es tediosa y triste, quiero ver las caballerizas reales, quiero ver los vertederos del mundo y los puertos de mar donde los pescadores descargan sus mercancía de vida para el mundo, respondía Calra, que de pronto en un arranque de rabia voló de las cortinas hacia un vaso semivacio  de café que había quedado olvidado en un rincón de la barra.

Zaul llegó junto a Calra y tomándose un instante para saborear los restos de azúcar que esparcidos quedaron en el plato donde reposaba el vaso, miraba a Calra y no llegaba a entender el porqué alguien quería cambiar una apacible vida por lo desconocido.

- Ademas, aquí nadie me entiende, nadie me habla, piensan que estoy un poco ida,  tampoco tengo padres, soy una mosca extraña en un mundo extraño para mi, se que tengo poco tiempo, mis padres han muerto y los padres de mis padres y los padres de mis ancestros, repiqueteaba monótona Calra.

- Quiero saborear, quiero oler, quiero sentir la vida a través de mis sedas sensoriales, quiero ser la mosca que pique a un caballo , quiero ser un espíritu indomable, quiero saborear las tiernas pieles de los niños ,aquí solo quedan pieles duras, viejas e insensibles, continuó Calra.

Zaul cada vez mas nerviosa movía sus patas rápidamente sobre el plato, incluso no vio una dulce roca de azúcar que quedó atrás, desde hacia mucho tiempo Zaul y Calra habían sido la pareja ideal e independiente del bar, prácticamente ninguna otra mosca se les acercaba simplemente eran diferentes.

- Mira podemos hacer una cosa, esperamos unos días y si en ese tiempo mantienes la idea nos marchamos juntas, le espetó Zaul  en el secreto deseo de que pasados unos días Calra se olvidase del asunto.

- No, está decidido en un rato me marcharé, volare hacia donde se pone el sol y mañana, mañana  amanecerá un nuevo día en el que mis deseos mas íntimos se cumplan sin remisión y está decidido me  marcharé, tanto si me acompañas como si no, afirmó Calra con contundencia.

Zaul que había sido siempre una mosca indecisa desde que nació no salia de su asombro, y solo pudo decir.

- Lo siento pero yo no lo veo claro, me da un poco de miedo, no me marcharé de aquí, aquí tengo cuanto deseo, cuanto necesito.

En un arranque de furia Calra levantó el vuelo. Como si quisiese despedirse de su monótono mundo voló y voló por la estancia del bar,  mesas, sillas, cristales cálidos, por la cocina semivacía  incluso se poso en el hombro del camarero un instante como si quisiese decirle adiós. Ese que aunque mas de una vez le tiró un manotazo en el fondo le tenia cierto aprecio.

Mirando a Zaul mientras volaba  dijo Adiós con los ojos, como solo las moscas saben decirlo ,un adiós para siempre.

Calra se coló entre las rendijas de la rayada cortina. Lo primero que sintió fue una cegadora luz,  la luz del verano de Sur.  Tuvo que posarse en el marco exterior de la puerta, estaba deslumbrada. Durante un instante sus ojos se habituaron a la claridad y lo primero que vio fue un enorme perro que dormitaba a la sombra. La curiosidad innata le hizo posarse junto en la oreja del animal. Fue moviéndose poco a poco  en dirección al morro del perro, desde allí la verdad es que se veía la calle, solitaria, calurosa  calle de verano. Nerviosa de emoción no dejaba de andar hacia la nariz del animal, cortos paseos de arriba a abajo.

De pronto el perro que parecía profundamente dormido hizo un movimiento rápido, muy rápido  tremendamente rápido que hizo que Calra acabase en la boca del animal que tranquilamente se la tragó y siguió dormitando a la sombra de la acacia.

En el interior del bar Zaul , la mosca mas timorata, envidiaba a Calra y ya había empezado a echarla de menos, sobre un trozo de azúcar soñaba en su amiga y las múltiples aventuras , los mundos nuevos que ya disfrutaría en su periplo hacia sus sueños y que Zaul  jamás disfrutaría,  pero bueno el azúcar también estaba en su punto....... 



miércoles, 23 de noviembre de 2011

El abuelo


El sol acariciaba con dulzura el dorado y arrugado rostro de Luis, era una tarde de otoño extrañamente calida para la fecha, Luis miraba distraídamente las fuentes del parque que parecían gritar a los sentidos asomando las gotas de agua entre las  luces de una tarde que camina al ocaso entre rumores y ecos de silencios. Entre las viejas tejas del viejo pabellón, los gorriones aman con brevedad  y rezan porque los milanos sigan mirando los azules cielos mientras el cortejo conquista aleros.

También  los amantes caminan por las sendas a veces perdidas otras  buscadas entre las pasiones desnudas y siempre  esperan el éxtasis más prodigioso. Cuantos risueños besos robados que frágiles carabelas en un mar arbolado por la incomprensión, vehemente frenesí de enamorados. Y los niños, a Luis le gustaban los niños, los reyes que  juegan ajenos al voraz mundo ceñidos por severos cipreses entre aromas de gallardas rosas. Conquistadores de alegrías, domeñadores de ilusiones  como capitanes de navíos descubriendo los océanos.

Y los ancianos, Luis no se consideraba una anciano en su mente calificaba a cada uno de los que pausadamente cruzaban el parque, yo soy mas joven, ellos están peor que yo, pensaba Luis,  los ancianos , conciencia de un mundo que a veces no vislumbran fundidos en los recuerdos. Melancolía por el presente, añoranza por el pasado,  lagrimas por la amada, llantos de amapola solitaria   y todo en esa pausada y bella tarde de estío aromatizada por jazmines, azucenas, rosas, hierbabuena y rodeado de olivos, el parque le  alegraba, no sabría describirlo pero tenia un sensación especial.


 Hacia ya casi una hora que el anciano miraba ávidamente el  reloj, la dictadura del tiempo, que desesperante era la espera, estaba nervioso, era la primera vez que Martina le permitía pasar la tarde con Sara, Sara...., como disfrutaba Luis solo con pensar en el nombre de la pequeña, nunca había llegado a  perdonar  al calzonazos de su hijo por hacer caso a Martina y no haber puesto a su nieta el nombre de Rosaura, como su abuela, como echaba de menos a Rosaura, esa si que era una mujer de verdad y no su nuera, que no le permitía acercarse a la pequeña tanto como quisiera, pero bueno pensaba Luis,  por lo menos esta tarde estaré un rato con ella, quería ver los ojos de la niña cuando le entregase la pequeña marioneta que compró en el mercadillo de antigüedades, esa visión le hacia olvidar viejas rencillas familiares.

-         Le gustará, seguro, pensaba Luis, todos los niños gustaban de ver las marionetas, aun recordaba cuando al pueblo, cada verano, llegaban los tirititeros, a su memoria volvía una y otra vez, la risa, risas de niños sorprendidos, cuando el lobo o el malvado de turno recibía los golpes al final de teatrillo.

Mecánicamente, miró el reloj, nunca le había caído bien Martina, ya en la organización de la boda Cristóbal les anunció que no invitarían a los primos amén de que la boda era especial y todos deberían de ir de rigurosa etiqueta.

-         Valiente señoritinga, le repetía a Rosaura, que en aquellos ajetreados días ,  resignada miraba los escaparates, buscando no sabia muy bien que, para no quedar mal a ojos de su nuera, esto ponía de mal humor a Luis que no entendía porque su hijo no ponía coto a la caprichosa de su futura mujer.

Luis había vivido siempre en el pueblo, la mina, esclavo de la mina,  trabajó duro, había sido padre de tres hijos teniendo la desgracia de haber enterrado a dos de ellos, como recordaba a Luisito, el mas pequeño que se lo llevó la polio, aquella malvada enfermedad que torturaba cuerpo y mente antes de matar y Enrique el mayor, que terrible cuando Rosaura recibió la noticia del accidente de boca del capellán de la mina, a partir de ese momento, ya nunca fue la misma, aunque era como pedernal, en sus ojos se asomaban los recuerdos cuando frente a la lumbre quedaba como hipnotizada , de sus ojos brotaban las lagrimas, Luis siempre lo supo, Rosaura nunca superó las muertes  y poco a poco la vida se le escapaba entre tristeza y dolor disimulado, hasta aquella noche que en silencio cruzó el Aqueronte, Luis, en vida,  nunca recriminó a su esposa nada, pero aquella noche en silenció maldijo a todos los dioses del firmamento y por primera y ultima vez la  recriminó.

-         El trato, no has cumplido el trato,........ Yo iba primero, resonó en el silencio de la habitación vacía.


Las palomas revoloteaban perseguidas por dos pequeños que reían y gritaban de jubilo , con la mirada perdida, mirando a los chicos pero sin realmente verlos,  Luis, sentado en el banco recordó aquella primera tarde que pasó con Sara y aunque solo fuera porque Martina y su hijo no tenían con quien dejarla en su visita semanal al consejero matrimonial, a Luis  no solo no le importaba sino que en cierta forma le alegraba, aunque nunca llegó a entender como el idiota de su hijo consentía en contar interioridades de su matrimonio a otra persona y además pagando un dineral, culpaba a su nuera de tantas modernidades.

Luis observaba en las breves visitas que hizo a casa de  su hijo como su nuera no le dejaba nunca a solas con Sara, la pequeña se alegraba  cuando Luis le alcanzaba los pequeños juguetes a aquella pequeña prisión como le llamaba  al pequeño parque donde Sara estaba recluida cada día, Luis se moría de ganas de coger en brazos a la niña, pero su nuera ya le dijo que tenerla en brazos era contraproducente para su evolución psicológica.

- Cuantas estupideces, mascullaba entre dientes Luis,  Rosaura siempre tenia en brazos a sus hijos y se criaron sanos y fuertes y aunque el anciano nunca tuvo mucho tiempo para coger en brazos a sus hijos ahora le molestaba que le prohibiesen coger a la niña. Cristóbal era un buen hijo pero cuando estaba Martina delante, era como si se diluyese como  una galaxia  absorbida por un  agujero negro como disgustaba a Luis el ver a su hijo callar permanentemente ante las exigencias de su mujer.

Aun recordaba cuando a la semana exacta de jubilarse, Don Martín, el medico de la mina le dijo que tendría que hacerse pruebas , no le gustaba imagen que veía en la radiografía, el medico de la mina  nunca fue diplomático, directo como un derechazo en la mandíbula, fue el comienzo del calvario, de medico en medico, ahora un especialista, ahora un análisis,  una y otra prueba y  todo para confirmar lo que Luis presentía, la mina había dejado en su cuerpo  una bomba de relojería.

Pero ahora no importaba, ni Don Martín, ni Cristóbal, ni tan siquiera Martina, solo le importaba su nieta, la pequeña Sara, los ojos de la ilusión de una pequeña, unos ojos con avidez de futuro, unos ojos ávidos de fantasías y Luis por primera vez en su vida no necesitaba un interprete para oír a la niña, la entendía a la perfección. De pronto los ojos tristes del anciano recobraron un brillo especial, al final del camino junto a la reja de entrada del parque, en la lejanía  vislumbró a Sara de la mano de su madre, el corazón, notaba como el corazón se aceleraba por momentos, de pronto recordó que esa sensación fue la misma que tuvo el día que besó por primera vez a Rosaura, estaba nervioso y con su mano derecha apretaba la pequeña marioneta.

El tiempo parecía haberse detenido, unas pequeñas nubes oscuras cargadas de humedad hacían que el sol se filtrase entre sus claros y la imagen que los ojos de Luis percibían, era casi paradisíaca, un cielo luminoso y unos haces de luz atravesando limbos, hacían que las figuras de madre e hija resaltasen como claroscuros, una fotografía en lento y pausado movimiento.

Poco a poco madre e hija se acercaban al banco donde Luis, nervioso, aguardaba de pie la llegada de su más preciado tesoro, su nieta, su única nieta la que le daba la felicidad de una vejez cansada, solitaria asomando leves  lagrimas en unos  ojos rotos por la derrota del tiempo, por el  rocío de los recuerdos fundidos y  evaporados en soledades.

Algo no iba bien, la pequeña llevaba entre sus brazos una pequeña marioneta, Luis miró la que tenia en su mano era exactamente igual, el anciano no entendía nada, no entendía porque su nieta no corría a abrazarle como en otras ocasiones y su nuera, Martina estaba muy seria, intentaba sonreír y alegrar a la pequeña pero Sara apenas la escuchaba esta ensimismada con la marioneta, al llegar al banco ni saludaron al anciano.

-          ¿Es este banco, verdad mama?

-          Si cariño, este es el banco en el que el abuelo nos esperaba cada tarde, respondió Martina con voz algo entrecortada.


Sara, pausadamente sentó a  la pequeña marioneta en el frío hierro del banco y tomándola por la madera en cruz que sostenía las cuerdas, comenzó a manejar el juguete con una soltura impropia para la edad.

-          Mama ¿El  abuelo será feliz? Espetó Sara a su madre y sin dejar que respondiese continuó.
-          Tú crees que el cielo le gustará.

Martina miraba a Sara, le sorprendía la entereza con que Sara había asumido la muerte de su suegro.

- Dios Mio.........


Luis de pronto entendió, la vida le pasó en un segundo por su mente de pronto sintió frío en el alma, epilogo de camposantos de orgullo donde moran ilusiones y dioses cercanos en el recuerdo, notó como  un trueno lejano y solo pensó, 


- ya   solo seré  recuerdo.

Poderoso dueño fuiste, halcón entre bellos cisnes,  caminante de sendas que siempre  conducen  a la muerte, la muerte la cercana, la conocida la que nos  acompaña en el camino de vuelta,  hacia la eternidad.

jueves, 3 de marzo de 2011

Una tarde cualquiera





Mamá....., mamá....

Luis con los ojos semicerrados notaba que la espalda le dolía un poco, sentía un leve hormigueo en la mano derecha, había apoyado la cabeza sobre su mano en la silla del confesionario, de pronto recordó que al final de la misa le dijo a su madre que se iría a casa con su primo Pedro y con tía Conchita y que al finalizar el almuerzo benéfico donde sus padres iban, le recogerían.

Su tía Conchita, beata donde las hubiera, tenia la costumbre de ayudar a Don Benito, el cura del pueblo, después de misa, siempre, todos los domingos durante media hora o algo mas auxiliaba al sacerdote para ordenar la sacristía, recoger las flores, apagar las luces y dejar solo algunas velas a la Virgen de los Dolores, al Cristo de las Penas y las del altar mayor que siempre estaban encendidas, todo ello por una antigua promesa de juventud. En esos momentos Luis y Pedro aprovechaban, a sus cuatro años recién cumplidos, para jugar al escondite, la iglesia era el lugar perfecto. Luis después de varios escondites se coló dentro del confesionario en el lugar reservado para el cura cubriéndose con una pequeña cortinilla para que Pedro no le viera.

Después de mucho buscar, Pedro intuyó que su primo se había marchado a esconderse fuera  de la iglesia, saliendo de inmediato a la plaza buscando por todos los rincones. Al no encontrarlo se sentó en un banco de la plaza para a ver las palomas picoteando las migas de pan que un anciano esparcía de forma cansina. La vista de las palomas arremolinándose buscando el pan hizo que a Pedro se le olvidase el juego. Mientras tanto, Luis, con el silencio de la iglesia y la cortina cubriendo su pequeño cuerpo, casi sin darse cuenta, el sueño le invadió, acurrucado en el cojín del señor cura cayo en brazos de Morfeo.

Al salir su tía Conchita mas retrasada y azorada que otros domingos cerro las puertas de la iglesia,   vio a Pedro en la Plaza y cogiéndolo de la mano le dijo.

- Vamos muy tarde, rápido que tengo que hacer la comida.

Tan nerviosa se la veía que no cayó en la cuenta que tenia que llevarse a Luis, su sobrino,. Tomó de la mano enérgicamente a Pedro que a pesar de sus reticencias  no tuvo mas remedio que ir tras su madre.

Luis asomó su pequeña cabeza por la puerta del confesionario, sigilosamente, esperando que de un momento a otro su primo lo encontrase, no era consciente de que se quedó dormido casi durante una hora. El silencio, ese silencio que a veces atenaza fue su primera sensación.

- Pedro........

Nadie respondió, eso hizo que a Luis le recorriera un escalofrío por la espalda.

- Pedrooooo........., gritó Luis, el eco de su grito rebotó por las paredes de la iglesia devolviendo el sonido angustiado desde diferentes ángulos, lo que hizo que el pequeño se metiera de nuevo en el confesionario ocultando su rostro con la cortina, el miedo le oprimía. 

Poco a poco Luis se armaba de valor y asomando de nuevo la cabeza por la puerta del confesionario comenzó a mirar detenidamente, hacia arriba primero,en la semioscuridad. En el techo, profusamente dibujado, observó una imagen que parecía mirarle a los ojos, una imagen de un hombre con larga barba y pelo abundante , a Luis le recordaba el hombre que a veces pasaba por casa a pedir algo de comida y su madre siempre le decía que no se acercara mucho a el que olía mal y que igual tenia alguna enfermedad que podía pegarle. Al fondo se veía una larga mesa iluminada por  catorce velas, Luis las contó detenidamente, siete a cada lado, que producían una luz tenue, una ligera brisa hacían que la iglesia se inundara de un ambiente fantasmagórico.

A la derecha de la gran mesa el chico miraba un grupo de estatuas. Un caballo con su jinete que espada en mano atacaba a un hombre con el rostro asustado , a los pies de los caballos varias cabezas cortadas con la sangre en sus rostros decapitados, parecía la escena de una de esas películas que a sus padres tanto gustaban. Mas a la derecha aún, varias calaveras y huesos a los pies de una estatua de un hombre con los brazos en cruz, que parecía estar clavado de pies y manos y  que el pequeño recordaba que todos le llamaban "el señor "  de su costado  unos hilos de sangre salían. Luis que nunca antes se había fijado detenidamente en estas cuestiones  lo que estaba viendo y viviendo le parecía una autentica película de terror. En ese momento recordaba  como sus padres cada día a las nueve le decían," lo que ahora hay en la televisión  es para mayores, no lo puedes ver".

Quería salir de allí, tenia que dirigirse a la puerta era la única salida. Lentamente con el miedo dibujado en sus ojos el pequeño fue caminando entre los bancos, a la izquierda de la hilera de asientos apreció una pequeña habitación. Luis veía entre la oscuridad solo rota por la luz de las velas, una caja de cristal con un hombre, casi desnudo, muerto dentro rodeado de velas encendidas.  ¿Porque todos tenían barba se preguntaba el muchacho?. Para llegar a la salida el chico debía pasar por delante por otra pequeña habitación y aunque el niño llevaba los ojos casi cerrados para no mirar, no pudo evitar ver en el centro una señora con ricos vestidos y joyas cubriendo sus ropas que le miraba. Los ojos, le asustaban los ojos de la mujer, las llamas  de las velas movidas por la brisa hacían a los ojos del muchacho una imagen que le aparentemente se estaba moviendo. Mas de trece figuras cubrían las paredes. Dos hombres con esbeltas alas que se agitaban en la imaginación del muchacho bajo las luces y sombras de las velas.  Estaba seguro que se las alas se movían. El resto de la figuras todas con barba y el pelo largo. Pudo observar que la única mujer de la pared portaba en sus manos una bandeja con la cabeza de un hombre, también barbudo.

Llegó a la puerta principal y al no poder abrirla  miró a un lateral y vio una pequeña puerta, rápidamente ,como una exhalación , cruzó la iglesia y empujando la puerta  la luz entro de pronto. Salio,  y se encontró en un pasillo lleno de luz que pasaba  a través de unas cristaleras que daban a un patio. El muchacho  se dio de bruces con no menos de cincuenta cruces en el suelo, algunas figuras de ángeles, de los ángeles se acordaba porque su tía Conchita pintaba algunos en sus horas libres. Se preguntaba porque la mayoría de ángeles portaba una espada. Tan enhiestos  sobre unas piedras blancas con unas letras escritas que el chico, que  aún no sabia leer,  no comprendía. Al menos se encontraba mejor, al menos había luz.


De pronto su mente recibió un impacto en forma de sonido que hizo retumbar su pequeño cuerpo. Las campanas, recordaba como cada día en la lejanía escuchaba las campanas y como respuesta a tan ensordecedor sonido, una bandada de  palomas alzó el vuelo también asustadas por  repentino sonido, Luis se refugio en un rincón tras unas lapidas rotas por el tiempo.  Las manos cubrían su rostro  entre sus dedos las lagrimas caían lentamente, su gesto reflejaba pavor.


En unos instantes el silencio, ese silencio que asusta el alma, aunque el patio estaba iluminado el silencio no gustaba al muchacho. Alzó la vista lentamente buscado un lugar por donde salir, no veía salida alguna, su cuerpo temblaba  hacia frío, mucho frió  No quería pero sabía  la única salida pasaba por entrar de nuevo en la iglesia.


Tomo aire y comenzó a correr en dirección a la puerta de la iglesia  por donde había salido un momento antes Empujo adentrándose  de nuevo en la semioscuridad, avanzó rápidamente entre los bancos. Cuando se encaminaba a la puerta principal d apareció  una de las figuras que tanto miedo le dio un momento antes.

La figura  avanzaba rápidamente hacia el, una figura alta con una larga falda negra y cuyo rostro no pudo apreciar por la oscuridad, el chico grito de miedo............


Luis, Luis........


- No grites,  no me reconoces soy don Benito, el cura, creo que te has quedado encerrado en la iglesia. Tu tía Conchita está en la puerta esperando, pero vamos ya ha pasado, menos mal que te has perdido en la iglesia, es el lugar mas seguro  Dios te ha acompañado.


Luis miraba al cura con los ojos húmedos por las lagrimas,  muy abiertos, no podía articular palabra, no entendía nada...............


jueves, 24 de febrero de 2011

SUEÑO LA VIDA



Oigo palmas resonando, voces, gritos, todos parecen haberse vuelto locos, una vuelta mas,  no puedo fallar……

Seis años de duro entrenamiento, dos horas de gimnasio, estiramiento, calentamiento, carrera, día a día,  hora a hora. Carlos, mi entrenador nunca deja de incordiar, Luis arriba, Luis mas fuerte, Luis aprieta los últimos metros, Luis ……….

Como aprieta el Portugués, tengo que aguantar al máximo, puedo hacerlo, debo hacerlo, por mi, por Carlos, siempre confió en mi, desde el día que me vio correr por primera vez,

Joder, la pierna, espero que aguante y no pase como en la ultima carrera, el medico ha hecho un buen trabajo, solo noto un pequeño dolor, cada vez menos, pero…….

Siento el aliento del portugués en mi nuca, noto la mirada en mis piernas, clavada, como si quisiera romperlas, espera que falle, espera que la pierna no resista el ritmo, es cosa de los dos, el resto ya no cuenta, son mas de 30 metros entre nosotros dos y el resto. Bueno como muy mal, quedare  subcampeón, puedo relajarme un poco, el ritmo es muy alto, empiezo a estar fatigado…

Veo la línea de meta, no puedo mas, mi rival no cede, vamos a la misma altura, bueno, segundo no estaría mal, nunca me acostumbrare a los finales tan disputados, quiero no estar aquí, da igual, segundo, no es mala posición, todo se complica, el sudor parece alcohol  dentro de mis  ojos, solo son veinte metros……….

Los latidos, no se sin son míos o del Portugués, juntos, cada vez mas juntos, noto los codos, noto su cuerpo, no puedo mas, los gritos, hace rato que no los escucho, ni las palmas, solo escucho a Carlos, ahora, ahora, ahora Luis ahora aprieta …….

Caigo al suelo, agotado, muerto, que mas da el ganador, a quien le importa, solo quiero aire, respirar , como me acuerdo de mi sofá, relajado, tumbado.

Gritos, campeón, campeón, Luis, Luis…………..

-          Luis, Luis, despierta.

El agotamiento, debe estar jugándome una mala pasada, es como un sueño, alguien me zarandea, con mucho cariño.

-          Luis, despierta, es la hora del masaje.

Algo debe de estar mal, acabo de finalizar la carrera, la he ganado, pero solo veo el techo de una pequeña habitación, una lámpara con  ventilador que gira con parsimonia, casi por arte de magia el cansancio ha desaparecido incluso diría que no siento las piernas, es como estar relajado.

Creo que la medalla, la recogí, pero no la tengo colgada en el pecho seguramente la tendrá Carlos, pobre portugués, pero el deporte es así unas veces se pierde ……..

Ha entrado Carlos en la habitación, me da los buenos días, con cariño pero distante, sigo sin notar las piernas, es mas no noto los brazos, que pasa, que me pasa …., oh  Dios mío………….

Todo vuelve a mi cabeza, mas bien es lo único que parece funcionar, no parece,  solo puedo mover los párpados,  el accidente, todo vuelve a mi cabeza, vuelve la vida, la realidad, vuelve…

Carlos me levanta, no noto nada solo que me da la vuelta, pasa el tiempo, de nuevo boca arriba, Carlos me dice adiós, sale de la habitación.

Solo quiero que de nuevo, el sueño me venza, es la única forma de ser libre, ser el campeón, el aventurero, el  amante, un buen padre, un hombre….

No quiero vivir atado a una cama, no quiero vivir en este sin vivir, no quiero ver consumirse a mi madre, solo quiero liberarme y solo lo puedo hacer de dos maneras los sueños y la muerte, prefiero la segunda, pero, como lo transmito nadie me escucha , nadie me entiende y mientras tanto mi  vida es la  muerte una cruel muerte en vida.